lunes, 23 de septiembre de 2013

La gracia de pedir ayuda



Siempre que tengo una duda o quiero conocer varias versiones de algo, corro a buscar un libro, diccionario o, en últimas fechas, a navegar por internet. El problema es que este hábito no lo he sabido aplicar cuando las dudas o las ansias de la incertidumbre se refieren a mis emociones. Trataré de aclarar: Cuando me siento desubicada, deprimida, eufórica y no sé cómo reaccionar o sobrellevar o contrarrestar esa emoción, allí nunca se me ocurre buscar libros, diccionarios o navegar, más bien me hago ojo de hormiga hasta que el problema, que seguro era pequeñito, me rebasa y de plano salgo corriendo a pedir ayuda a las personas muy pero muy cercanas a mí o a un especialista. Como suele suceder, uno se vuelve un héroe para cosas sin importancia pero el disfraz queda olvidado cuando hay que rescatarse a uno mismo.
Por esa razón, cuando comenzó el asunto de la separación de mis padres, en lugar de buscar a personas que hubieran pasado por lo mismo, de preguntar, de querer saber y de pedir consejos, me encerré en lo que estaba viviendo y, hasta que no aguanté la presión y la depresión, fui a dar con una terapeuta. Y a casi seis meses de terapia se me ocurrió buscar bibliografía del tema. Supongo –y con esta suposición pretendo justificarme conmigo misma- que apenas pasado más de un año y medio de la separación, pude alejarme lo suficiente de la situación como para compararla con otras y analizar un poquito más fríamente. Y entonces me encontré con que, vaya, hay muy poco para encontrar.
He visitado varios sitios de internet que tratan de los hijos del divorcio, muchos dan consejos para que los padres sepan hablar de esto a sus hijos pequeños, otros van dirigidos a los adolescentes. Incluso varias páginas religiosas hablan del tema de una manera muy propositiva pero siempre dirigidos a los padres con hijos niños/adolescentes o a los mismos niños/adolescentes; muy pocas hablan de los hijos adultos. ¿Dónde quedan, pues, los consejos para afrontar una situación así en hijos adultos?, ¿de qué forma podemos apoyar a nuestros padres sin convertirnos en sus propios padres?, ¿de qué forma seguimos nuestra vida sin hundirnos en la depresión de ver nuestro nido, al que siempre creímos poder regresar y encontrarlo intacto, ahora devastado y, al mismo tiempo, ver a sus antiguos ocupantes –nuestros padres- en medio de una guerra, sufriendo o atacando? Seguramente habrá más bibliografía que no he encontrado ya que, como adulta que soy y que todo lo complico, tal vez espero ver en el buscador de internet o en los estantes de las librerías unas letras rojas y parpadeantes que, al compás de una alarma digan: “guía para ti, hija adulta de nombre N de padres separados que están en proceso de divorcio, que buscas salir del trance que supone el quebranto de tu base familiar”. Poca cosa.
Para mí no fue suficiente el actuar como adulta, tratando de convencerme a diario de que yo podía con eso y más. No pude y necesité ayuda. Tenía ya un año despistando al enemigo, la depresión, sacándole la vuelta. Cuando necesitaba llorar, cambiaba de tema. Cuando necesitaba gritar, lloriqueaba a solas, escribía cartas, poemas de rencor, ensayitos placebianos. Desde el primer día creí que dejando de lado los sentimientos de frustración, furia, decepción, abandono, desorientación, llegaría el momento en que desaparecerían. Vaya, ¡yo ya era toda una adulta!, ¿cómo iba a afectarme la separación de mis padres? Ya no era una niña para llorar entre semana por no ver a papá y el fin de semana por no ver a mamá.
A la larga me creí fuerte y vencedora: “ellos se están divorciando, yo todo cool”. Pero no podía hablar del tema, no podía ni siquiera pensarlo porque aparecía un nudo enorme en mi garganta. Poco a poco el cansancio me llegó en las mañanas, no podía despertar, me dolía el cuerpo, la cabeza, me enfermaba con facilidad y sin razón aparente. Consulté médicos, me hice análisis de todo tipo y mi salud física estaba en perfectas condiciones. Entonces a mis médicos se les ocurrió preguntarme por mi vida personal. Sobra decir que poco pude contarles, la garganta se me cerraba y las lágrimas no me dejaban ver. Me recomendaron ver a un especialista. Aún así le di largas al asunto hasta que me sentí tan quebrada, como una columna rota, y con mucha pena –porque hasta me daba pena- le confesé a mi pareja que los médicos tal vez tenían un poco de razón. Y decidí hacer la cita con la especialista.
Ese, debo decir, fue un enorme paso para comenzar a adaptarme a esta nueva vida. Fue de hecho el primer paso concreto y real, una verdadera hazaña, realmente toda una gracia. Afortunadamente he contado con dos personas (en cierto modo ajenas a la situación) que han estado conmigo: Mi pareja, que es mi apoyo y mi guía cuando no puedo ver, y mi terapeuta, en quien confío y que me sacude cuando no camino como sabe que puedo hacerlo. Espero que algo de lo que escriba le sirva a alguien que también se decida a buscar, no para resolver los problemas pero sí para encontrar un poco de empatía, que a veces es más útil que la misma sabiduría. Por mi parte, escribirlo ya es reconfortante.

7 comentarios:

  1. Eres muy fuerte, has tolerado esas sacudidas, pero han pasado las fuertes y poco a poco no te moverán más. Estoy segura, porque lo he vivido, Ahora a construir y reconstruir. Te admiro, te quiero y espero ser algún ladrillo o un poco mezcla, por ahí.

    Gabby BK

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Fuiste un ladrillo, mezcla y más, claro que sí. Tú me compartiste tus experiencias y, aunque en ese momento mi cabeza no recibía nada ni entendía ni comprendía, tus consejos son algo que siempre me acompañaron y siempre recuerdo tus palabras "hagas lo que hagas, ellos harán lo que quieran y uno jamás los comprenderá". A lo largo del tiempo he venido comprendiendo eso que me dijiste. Muchas gracias a ti por estar. ♥

      Eliminar
  2. Sera que nadie escribe sobre esto porque somos adultos y "ya tenemos nuestra vida hecha?"
    pero qué hacer en el caso de que a pesar de tener una vida "hecha" nos siguen doliendo nuestros padres asi cono nosotros les seguimos doliendo??

    Me alegra que encontraste ayuda aunque mucha gente piense que los terapeutas sean una perdida de tiempo. Me consta que si ayudan. : )

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vaya que los terapeutas ayudan, oh sí!!! No había pensado en lo que dices, tal vez por eso no hay mucho escrito, es parte del ser adulto, no dar mayor importancia a esas cosas de niños. Pero ¿qué hacer?, como dices... No lo sé y no lo supe, por eso hice mil cosas extrañas y a como dios me dio a entender, jajaja. Pero por eso ahora se las cuento, para lo que sirva, para que vean las burradas que uno hace pero también lo que uno aprende y las cosas buenas que uno atina, cómo no!!! También nos llevamos varias palomitas de vez en cuando, sobre todo emocionalmente.
      Gracias por leer, gracias muchas gracias!!! ♥

      Eliminar
  3. No creo que las respuestas estén en los demás ni tu padre ni tu madre tendrán las que te puedan satisfacer, además nadie debe entrar en la intimidad de las parejas ellas saben o no saben para qué están juntas.
    Entre más grandes son los hijos más difícil se vuelve una situación como esta, la neta los niños se awitaran un rato pero ellos viven más el presente y cuando su rutina nueva está funcionando muchas veces el divorcio es agua pasada.
    Compañera el mundo nunca es como lo idealizamos.

    ResponderEliminar
  4. Compañera, van dos veces que escribo la respuesta y se borra, jajajaja. Lo intentaré una vez más:
    Tiene usted razón, las respuestas no están en ninguna parte, ahora sé (y me llevó muchos trancazos aprenderlo) que la verdad es sólo de ellos y que ninguna explicación (si es que la hubiera) serviría para arreglar mi mundo, mis temores, nada. Pero hace tres años, en el "ahora" de hace tres años yo no lo sabía, y buscaba como desquiciada alguna señal, un signo, lo que fuera que me ayudara a ubicarme según yo. La idealización de nuestro mundo nos lleva a quebrarnos cuando descubrimos que no es así, al menos a quienes no sabíamos que era sólo una idea. Hay una cosa que permanece vigente, sin embargo, desde entonces hasta ahora, y es el nombre de mi emoción, así nombre lo que sentía en ese entonces y así sigue: Deconstrucción, pues este concepto no significa destruir, al contrario, es construir pero en base a parámetros que normalmente quedarían fuera de toda lógica o de la lógica común. Es construir bajo otras reglas. Y eso es lo que sucede.
    Desde que la conozco, usted siempre me dijo que el mundo no es como lo idealizamos, pero afortunada usted que lo sabía de hecho, uno que no lo sabía más que de oídos para afuera, pues a darse trancazos!!!
    Muchas gracias por sus palabras compañera, retroalimentan y cada vez logro sintetizar algo más. Como ahora, con las tres veces que he tenido que escribir la respuesta, ya van como tres insites que tengo, jajaja.
    Le mando un abrazo y no deje de pasar y comentar. :)

    ResponderEliminar