lunes, 16 de junio de 2014

Nada nuevo, pero muy nuevo...

He comentado en alguna ocasión que entre mis obsesiones, las muchas que me recluyeron en mi propia locura, estaba la de observar desde lejos, desde la pantalla de una personalidad inventada, la vida social-semi-privada de mi padre. La fiebre se terminó. No digo que no visite la ventanilla, sé que sigue allí, que en cualquier momento puedo acercarme y me encontraré con algo. Pero ha perdido el atractivo.

Cuando el proceso legal terminó, apenas pasando unos días, descubrí el nuevo compromiso legal que el señor había adquirido. Y lo descubrí allí mismo, en esa brutal y virtual página. Ese mismo lugar en donde descubrí dolorosas verdades que en realidad ya sabía pero que jamás se compararían con verlo con mis ojos, aunque no fuera en vivo. Miré fotos, leí declaraciones que comprobaban tantos miedos. Y sucedió, claro, llegó el momento en el que ya nada podría sorprenderme, después de ciertos descubrimientos ya nada podría lastimarme igual. Y crecí.

Pienso que cuando me pica la cosquilla de entrar a stalkear es porque en realidad quiero saber de él, verlo, recordarlo, confirmar que está bien, que de alguna forma es amado, que tal vez en algún momento me recuerda. O no. A veces sólo quiero verlo. A veces invento que formo parte de su nueva vida. A veces invento que él sigue siendo parte de la mía. Lo que sí es verdad es que he aprendido a comprender muchas cosas, tal vez no sus acciones respecto a la separación, pero sí muchas decisiones, ideas y enseñanzas que me dio a lo largo de la vida que muchas veces no acepté, que muchas veces rechacé.

Al final de cuentas, de todo lo que soy, lo que pienso, lo que siento, lo que logro, lo que crezco, la mitad se la debo a él. Si alguien además de mi madre me enseñó a ser, fue él, que no haya logrado ser lo que él quería es otra cosa, pero soy, gracias a esas dos personas que hoy están tan separadas pero que en cada reacción, decisión, pensamiento y proceder, se reúnen en mí.

martes, 6 de mayo de 2014

Epifanía

Y a meses de haber subido un post, vuelvo en un extraño retorno. Ni tan extraño ni tan retorno. Nunca me he ido, lo que pasa es la vida, el trabajo, las crisis económicas y las faltas de tiempo. Pero sigo aquí, con este proceso rebanando poco menos mis sesos, secándose en costra, lenta y consistentemente. Mis avances emocionales han surgido, he caminado y avanzado, acercándome cada vez más al final, aunque a veces creo que no hay final o que el final será, de hecho, mi muerte.
Hace unos días me hice consciente de algo, la epifanía surgió de pronto de la fachada de una casa por la que pasaba en una tarde de trabajo: esta "orfandad" existirá toda mi vida, lo que me resta de vida, el tiempo que logre vivir. E, inevitablemente, un día tendrá que reunirse esta ex-familia, un día deberemos hacer tregua y sacar las banderillas de la paz. Y cuando llegue ese día ¿qué haré?, ¿qué pensaré o sentiré o diré?
Nunca creceré lo suficiente. Pero nunca dejo de crecer.
A muchos meses de mi luto post-divorcio-paterno-materno sigo sin desvestirme del color negro, pero ya he cambiado las prendas. Mi pensamiento ya no está sitiado por el dolor, por el rencor o por el miedo. Mi corazón es más libre. Mis días están llenos de sustancias agridulces que nada tienen qué ver con dolores ancestrales. Ahora yo surco mis propias batallas.
Si alguien anda en busca de mis palabras, aquí siguen, no desaparecieron, sólo se tomaron un tiempo. Se lavaron y renovaron.
Ya andaremos por acá de nuevo, sin pausas tan largas, creciendo.